
El legado de Fox trasciende sexenios, contagia hasta al más copeteado y se convierte en requisito imprescindible para cualquier valiente que –injustamente- desee saltar de la pantalla hacía tan importante encargo.
Cuando el telepronter falta o falla, cualquiera puede ser susceptible a su propia estupidez, eso no se duda.
Fox rebasó los más elevados ratings en la esfera política con su reallity show desde Los Pinos, el cual duró varias temporadas al aire, distribuidas en seis largos años de comedia poco perspicaz. Tal y como le gusta a cierto público televidentemente enajenado.
Hoy día, un nuevo producto televisivo se encamina a derrocar su leyenda, que tantas risas y lagrimas desató entre la (desprotegida) audiencia mexicana.
Las cosas han cambiado en nuestros tiempos. Al parecer, ahora es más provechoso para el cerebro leer que ver la tele. Pero no hay que apurarse… no es necesario aprenderse los títulos o nombres de los autores de los libros que nunca leyó en su vida. A veces sólo basta con escribir uno para no parecer tan tonto ante los demás.
Ojalá los libros sean como las cadenas de televisión en México, es decir, que sólo hayan dos y que sean la misma cosa… así no habrá pierde ni tantos yerros bochornosamente videograbados. Por si las dudas, nunca se olviden de los libretos o del chicharito.
Todos nos sentiremos mejor –y olvidaremos el televisado trago amargo- cuando Enrique Peina Nieto salga en uno de esos anuncios, explicando lo satisfactorio que ha sido para él leer 20 minutos al día con su hija... claro, libros sobre “buenos modales”.